15 julio 2009

Comida campestre en familia

Hoy tuvimos una comida muy especial, o al menos esa era nuestra sensación. Éramos 13 a comer. Muchos éramos de los "habituales" (parece que llevamos ya unos cuantos meses viviendo aquí), y también se unieron 2 personas nuevas en la casa, una chica joven, Cristina, con su hijo Fabián, de 4 años.
Nos fuimos a comer al jardín, que resulta un lugar muy agradable en esta época del año. Allí prepararon un fuego en la parrilla, para asar el pollo que estaba llamado a ocupar nuestros platos. Jaime fue el fogonero mayor, con Ben y Julien de ayudantes. Esther dirigió las operaciones en la cocina, como de costumbre, con Lourdes tirando también del carro. Y el resto ayudando a preparar la mesa y cuidando a los pequeños de la casa.
Fue un momento muy agradable. De verdad que tuvimos la sensación de estar en una comida de familia. En este lugar, las personas pasan a formar parte de tu vida en muy poco tiempo. Las vidas e historias de cada uno, en la medida que las vamos compartiendo, van siendo de todos. Y las experiencias son tan fuertes e intensas que nos hacen de verdad llegar a las profundidades de cada persona. Muchas veces son experiencias duras, hasta ahora lejanas, de las que oyes hablar en periódicos, vídeos y cosas así. Pero aquí todo se hace mucho más cercano y real, como la vida misma. Porque la vida real es así de dura e intensa, no como a veces creemos los que hemos tenido una vida fácil y cómoda.

Amanece de nuevo


Amanece de nuevo, como no podía ser menos, después de un día intenso. Y a estas alturas de la película ya nos sentimos como en casa.
Antes de salir a la faena del día tenemos la reflexión de la mañana. Esta vez la pone Jesús, a partir de un accidente que tuvo y de lo que supuso para él. Nos quedamos con este trocito: "Hay que aprender de todo en esta vida. La vida es aprender."
Y nos toca volver al invernadero. Hay urgencias que solucionar. Hoy el plato fuerte es la recogida de las patatas, al ritmo del pequeño tractor que nos va abriendo la tierra. Se hace bien y con ganas. También anda echando una mano por aquí D. Daniel, que al final nos trae unos "caprichos", para recuperar el ánimo y las energías.
Y de segundo plato nos toca recoger de nuevo judías. Hay mucho fruto. La pena es que en la cooperativa no nos recogen las judías que ya tienen habas, y por no haberlo hecho antes... Pero es lo que toca. En estas cosas es cuando se nota que ahora mismo no tienen un técnico contratado en el invernadero, y a veces la buena voluntad y todo el voluntarismo del mundo no son suficiente para hacer las cosas bien.
Hoy ya pasó la novedad del primer día de agricultura, y en el segundo las piernas ya pesan un poco más, y se ve que este trabajo no está hecho para nosotros. Pero seguro que ahora valoramos más a toda esa gente que no tiene muchas opciones para elegir y tiene que cultivar la tierra un día sí y otro también. Cuando tomemos judías y patatas en casa seguro que valoramos mejor el esfuerzo de quienes nos hacen la vida más fácil y cómoda...